Mostrando las entradas con la etiqueta Maria Jose Huertas Vasquez. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Maria Jose Huertas Vasquez. Mostrar todas las entradas

jueves, 29 de diciembre de 2011

¿TE PARECE QUE ERES INSIGNIFICANTE?



¿TE PARECE QUE ERES INSIGNIFICANTE?
Maria Jose Huertas Vasquez
Salmo 8:3-4:
“Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo:                                         ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?”

Para nuestra limitada inteligencia, la inmensidad del universo es imposible de captar. Entre los millones de galaxias del cosmos, flota una nubecilla en forma de espiral compuesta por miles de millones de estrellas. Una de ellas es nuestro sol, alrededor del cual giran nueve pequeños puntos llamados planetas; el tercero es la Tierra. Sobre este diminuto planeta se encuentra una minúscula partícula de polvo: ése eres tú, un pequeño punto. Existen además miles de millones de puntitos parecidos, todos seres humanos como tú. Normalmente cada uno de esos puntitos se siente muy importante y exige su derecho a vivir, a trabajar, a descansar y a ser reconocido. Sin embargo, en ocasiones está conciente de su insignificancia, entiende que está perdido en la infinita extensión del universo, se siente incapaz en su lugar de trabajo o como un paciente más en el hospital.

Cuando David escribió el pasaje de hoy estaba conciente de su pequeñez. Pero al mismo tiempo sabía que el gran Dios que creó el universo lo conocía personalmente y se preocupaba por él. David no se sentía abandonado porque el Señor todopoderoso era su Dios; y cualquier ser humano que confía en Dios también puede decir como declaró el mismo David en el Salmo 62:1, 6: “En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene mi salvación… Él solamente es mi roca y mi salvación, es mi refugio, no resbalaré.”

Así de confiado estaba David en el cuidado y la protección de su Dios. Ciertamente ese Dios maravilloso nos conoce íntimamente a cada uno de nosotros y nos ama profundamente. A pesar de lo insignificante que somos, para él tenemos mucho valor. Jesús les dio ánimo a sus discípulos diciéndoles: “¿No se venden cinco pajarillos por dos cuartos? Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos pajarillos.” (Lucas 12:7).
Es realmente maravilloso saber que un Dios tan grande, tan majestuoso, tan poderoso nos ama tanto que nos considera de tanto valor. Ciertamente es nuestro deber, como sus hijos, proclamar al mundo su grandeza y su infinito amor. Su propia creación nos da la pauta a seguir. El Salmo 19 declara: “Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje, ni palabras, ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras.” En China o en España; en una choza en Africa o en medio de los rascacielos en Nueva York, la creación de Dios revela su poder y su gloria. Nadie la puede ignorar.

Ciertamente somos insignificantes cuando nos comparamos con la inmensidad del universo, pero desde la perspectiva de Dios tenemos mucho valor. Y esto es lo que verdaderamente importa. Tanto valor que él nos ha confiado la encomienda de transmitir el mensaje de su amor, las buenas nuevas de salvación en Cristo Jesús a aquellos que ahora mismo en este mundo se enfrentan a un futuro de condenación eterna. ¿Estas listo para hablarle a alguien que ha visto las estrellas y anhela conocer al que las hizo? ¿Puedes tú decirle que el creador de todas ellas y del universo completo le ama tanto que entregó a su único Hijo por la salvación de su alma? Dios está contando contigo.

O R A C I Ó N:

Padre santo, por más que trato, no alcanzo a comprender la inmensidad del universo, mucho menos tu infinita grandeza. Por favor, capacítame para discernir lo que tú quieres decirnos por medio de tu creación, y ayúdame a transmitirlo al mundo que no te conoce. En el nombre de Jesús, Amén.


¿QUÉ SON LA MISERICORDIA Y LA GRACIA DE DIOS?





¿QUÉ SON LA MISERICORDIA Y LA GRACIA DE DIOS?
Efesios 2:4-9:

“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe.”

La misericordia de Dios es tan grande que no tuvo en cuenta que estábamos tan sucios en el pecado, y que le habíamos dado la espalda, para derramar su gracia sobre nuestras vidas, enviando a su Hijo a morir por nosotros. Y aquí vemos dos características fundamentales de la personalidad de Dios: su misericordia y su gracia. La misericordia de Dios se manifiesta cuando él no nos da lo que merecemos: el castigo eterno. Su gracia se pone de manifiesto cuando nos da lo que no merecemos: el perdón y la vida eterna a través de Cristo. Esta pequeña historia ilustra estos dos conceptos:

Agustín de Hipona fue un hombre nacido en el norte de Africa a mediados del siglo IV. Durante su juventud vivió una vida lujuriosa e inmoral, la cual narra con vergüenza en su libro “Confesiones”. Este libro es un relato autobiográfico de su jornada espiritual; es una obra maestra de investigación psicológica del corazón del hombre ante Dios. En su libro, Agustín narra que en medio de aquella vida de placeres sexuales y codicia había un constante vacío imposible de llenar. Un día conoció a Jesús, abrió su corazón al Señor y su vida cambió totalmente. Después de su conversión, Agustín renunció a todas sus posesiones, fundó un monasterio y se retiró por tres años a orar y meditar en la Palabra de Dios. Allí escribió varios libros y algunos poemas. A continuación un párrafo de uno de sus libros:

"Alabado y glorificado seas, Dios mío, fuente inagotable de gracia y misericordia. Yo cada día me iba haciendo más miserable y tú cada día te ibas acercando más a mí. Ya tu mano diestra y poderosa me iba a asir para sacarme del lodo y lavar todas las manchas, y yo no lo sabía. Ninguna cosa me estimulaba más para salir de los deleites carnales en que estaba atrapado, que el miedo a la muerte y a tu juicio final."

El siguiente poema fue escrito por este hombre de Dios:

Busqué al Señor y luego supe
que él movía mi alma para buscarlo,
buscándome él a mí.
No fui yo quien te encontró, oh Salvador verdadero,
no... yo fui encontrado por ti.

Tú extendiste tu mano y tomaste la mía;
caminé y no me hundí en el furioso mar de la tormenta.
No fue tanto que yo me asiera de ti,
como que tú, amado Señor, me asiste a mí.

Ahora siento una infinita paz
y sólo amor es mi respuesta a ti, Señor;
aunque la espalda te di, tú me salvaste
porque siempre me amaste, Señor.

¿Alguna vez has sentido lo mismo que este hombre?

Así se manifiesta la misericordia de Dios: no dándonos lo que merecemos. Esta es la gracia de Dios: darnos lo que no merecemos. Todo por su infinito amor. Así declara Romanos 5:8: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”

¡A él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos!


O R A C I Ó N:
Alabado seas, Dios de amor y misericordia. Te doy gracias en este día porque no tuviste en cuenta mis miserias y mis pecados para derramar sobre mí tu gracia divina. Por favor, ayúdame a corresponder a tu infinito amor, por medio de mi entrega y mi obediencia a ti. En el nombre de Jesús, Amén.
María José Huertas Vázquez

Jesus, El Buen Pastor

Jesus, El Buen  Pastor
Mi Ovejita mas Preciada